Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno. Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros. De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría. (Romans 12:1-8, RVR 1960)
Este ha sido un pasaje fundamental para mi caminar con Dios y para mi ministerio de enseñanza. Dios me hace volver a él una y otra vez, y me hace mucho bien leerlo y recordar sus importantes verdades. Hay cierta fluidez en el pasaje, en lo que nos llama a hacer. Hace recordatorios importantes, una y otra vez, que me acompañan mientras persigo el llamado de Dios en mi vida. Te invito a reflexionar conmigo sobre algunos aspectos clave del pasaje.
Por las misericordias de Dios. El pasaje comienza con el reconocimiento de la misericordia y la gracia de Dios que nos llegan por la fe en Cristo Jesús. Todo lo que sigue es posible gracias a las misericordias de Dios, que nos llaman a la gratitud y a la esperanza de que Dios obra poderosamente por nosotros, en nosotros y a través de nosotros. ¿Tomo tiempo regularmente para recordar y apreciar las misericordias de Dios hacia mí?
Un sacrificio vivo. Mi respuesta a las misericordias de Dios debe ser de obediencia, dedicándome a Él y siguiéndole a donde Él me guíe. Este es el corazón de la adoración; no mi euforia emocional, sino mi compromiso con Dios y Su Reino. ¿Me dedico regularmente a Dios y a Sus propósitos?
No te conformes; transfórmate. Todos somos moldeados de alguna manera por la cultura y los sistemas sociales a los que pertenecemos y éstos a menudo se oponen a Dios. Al entregarme a Dios en la adoración, estoy llamado a resistir a las fuerzas «conformistas» que me rodean y a permitir que Dios, a través del Espíritu Santo, me transforme. La herramienta principal de Dios para transformar mi mente es la Escritura, así que necesito leer, estudiar y meditar en Su Palabra, permitiéndole que me enseñe y me cambie. ¿Regularmente paso tiempo inmerso en las Escrituras para que Dios pueda llevar a cabo Su obra transformadora en mí?
Piensa de ti con cordura. A veces, los que estudiamos y enseñamos la Biblia nos sentimos tentados por la vanidad debido a la grandeza del mensaje que compartimos. Pablo nos da una lección de humildad, recordándonos que todos somos miembros de un mismo cuerpo, y que todos tenemos dones importantes que compartir. Somos miembros los unos de los otros y debemos luchar contra cualquier tentación de sentirnos más importantes que los demás. ¿Siento la tentación de la soberbia como maestro de la Palabra de Dios?
Tenemos dones diferentes, usémoslos. Por la misericordia de Dios, hemos sido salvados. Y estamos llamados a responderle como sacrificios vivos, dedicándonos a Dios y a Sus propósitos. Para hacer esto bien, debemos ser transformados por la renovación de nuestras mentes. A medida que Dios realiza Su obra transformadora, no sólo tenemos una nueva relación con Él, sino que tenemos una nueva relación con otros que también forman parte del Cuerpo de Cristo, y juntos, tenemos un ministerio mutuo que llevar a cabo. Dios nos ha dotado a cada uno de nosotros, y estamos llamados a utilizar cualquier don que tengamos en beneficio de los demás en el Cuerpo. ¿Es mi enseñanza una respuesta a los dones y la guía de Dios, o simplemente un medio para alimentar mi propio ego?
El que enseña, en la enseñanza. Nosotros, los que hemos sido llamados a enseñar, debemos hacerlo como una respuesta a las misericordias de Dios, a Su obra transformadora en nosotros, y por humilde obediencia a Su llamado a que usemos los dones que Él nos ha dado para fortalecer el Cuerpo de Cristo. Todo nuestro ministerio proviene de Sus misericordias, de Su obra transformadora, de Sus dones. Nuestro gozo en la enseñanza es elevarlo a Él y darle alabanza y gloria por Su maravillosa misericordia y gracia. ¿Dónde encuentro mi alegría cuando enseño?
¿Tu enseñanza emana de esta obra de Dios en tu vida? ¿Estás enseñando por obediencia a Dios mientras Él continúa Su obra transformadora en ti y te da dones para beneficiar al Cuerpo de Cristo? ¿Cuál es tu fuente de gozo en la enseñanza? Te animo a reflexionar sobre estas cosas y a renovar tu compromiso como "sacrificio vivo" a Dios. Que tu enseñanza refleje Su obra transformadora.
Padre, gracias por Tus misericordias en Cristo Jesús, y por Tu capacidad de tomar mi vida, transformarme y utilizarme para Tus propósitos. Ayúdame a encontrar gozo en el uso de los dones que me has dado para fortalecer Tu iglesia. Por favor guárdame de cualquier sentimiento de vanidad en mi enseñanza, pero ayúdame a reconocer que todo esto viene de ti y es para glorificarte mientras construyes Tu iglesia. Por favor, continúa Tu obra transformadora en mí y ayúdame a ser una bendición para otros que también te siguen. Amén.