Estos, pues, son los mandamientos, estatutos y decretos que Jehová vuestro Dios mandó que os enseñase, para que los pongáis por obra en la tierra a la cual pasáis vosotros para tomarla; para que temas a Jehová tu Dios, guardando todos sus estatutos y sus mandamientos que yo te mando, tú, tu hijo, y el hijo de tu hijo, todos los días de tu vida, para que tus días sean prolongados. Oye, pues, oh Israel, y cuida de ponerlos por obra, para que te vaya bien en la tierra que fluye leche y miel, y os multipliquéis, como te ha dicho Jehová el Dios de tus padres.

Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas.

Mañana cuando te preguntare tu hijo, diciendo: ¿Qué significan los testimonios y estatutos y decretos que Jehová nuestro Dios os mandó? entonces dirás a tu hijo: Nosotros éramos siervos de Faraón en Egipto, y Jehová nos sacó de Egipto con mano poderosa. Jehová hizo señales y milagros grandes y terribles en Egipto, sobre Faraón y sobre toda su casa, delante de nuestros ojos; y nos sacó de allá, para traernos y darnos la tierra que juró a nuestros padres. Y nos mandó Jehová que cumplamos todos estos estatutos, y que temamos a Jehová nuestro Dios, para que nos vaya bien todos los días, y para que nos conserve la vida, como hasta hoy. Y tendremos justicia cuando cuidemos de poner por obra todos estos mandamientos delante de Jehová nuestro Dios, como él nos ha mandado. - (Deuteronomio 6:1-9, 20-25 RVR 1960)

El pasaje de hoy es un poco más largo que la mayoría de los otros, pero me ayuda a ver el panorama general de lo que Dios nos dice sobre la enseñanza, en particular cuando se trata de enseñar a nuestros niños, jóvenes o adultos que se inician en la fe cristiana. En este pasaje, el pueblo de Israel se prepara para entrar en la tierra que Dios les había prometido. No iba a ser una experiencia fácil. Les esperaba mucho trabajo y muchos desafíos. De entre todas las cosas a las que Dios podría haberle dedicado tiempo en enseñarles, resulta interesante que Dios eligiera enfocarse de esta manera tan clara y precisa en la enseñanza de sus hijos. En este pasaje, podemos ver la bondad y el cuidado de Dios por su pueblo en las instrucciones que les da. Aunque nuestras propias situaciones son diferentes de las que enfrentaron los israelitas, este pasaje contiene mucha sabiduría para guiar a aquellos de nosotros que enseñamos las Escrituras y guiamos a otros en su estudio.

En primer lugar, vemos el deseo de Dios de mantener una relación estrecha y amorosa con su pueblo. Su amor inquebrantable se manifiesta claramente en todo lo que Él soportó pacientemente cuando liberó a Su pueblo del poder de Egipto y cuando el pueblo se rebeló y terminó vagando por el desierto durante cuarenta años. Él deseaba que le respondieran en amor: «Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas». Esta enseñanza tiene tanta importancia que cuando los fariseos le preguntaron a Jesús cuál era el mandamiento principal, este pasaje fue una parte clave de Su respuesta. Nosotros seguimos enseñando hoy para que la gente conozca el gran amor de Dios por ellos y se sientan animados a responder con un amor pleno a Dios.

En segundo lugar, vemos el amor de Dios por su pueblo, su cuidado y su anhelo de verlo florecer. Deben seguir las instrucciones de Dios para que les «vaya bien en la tierra que fluye leche y miel, y os multipliquéis» (v. 3). Deben temer al Señor «para que nos vaya bien todos los días, y para que nos conserve la vida». Las enseñanzas de Dios son para nuestro bien, no para sofocarnos o hacernos la vida difícil. Nos las da por el gran amor que nos tiene y por su deseo de que tengamos una vida abundante. Jesús reiteró esto cuando, reflexionando sobre su propio ministerio, dijo: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia» (Juan 10:10). Todas los actos y enseñanzas de Dios están pensados para que tengamos la mejor vida posible. Son un acto de amor de Su parte y necesitamos reconocer Su amor en Su instrucción. Esto es algo a lo que nosotros, como maestros, podemos volver una y otra vez y hacer énfasis en ello mientras enseñamos y dirigimos nuestros grupos de estudio.

En tercer lugar, el pueblo fue llamado a hacer lo que Dios les instruyó al llegar a su nueva tierra, a guardar estas palabras en su corazón y a enseñarlas a la siguiente generación. Yo creo que este preciso orden en este pasaje es intencional e indica una progresión. Así, tenemos que poner sus palabras en práctica nosotros mismos; tenemos que conservarlas en un lugar prioritario en nuestro corazón y comprometernos con ellas; y tenemos que enseñarlas a nuestros hijos para que crezcan con estas mismas prácticas, valores y compromisos. Debemos hablar de ello a lo largo del día en cuanto se presente la oportunidad. Esto significa que una de nuestras principales prioridades en nuestros ministerios de enseñanza es preparar a los padres y abuelos para que realicen este tipo de instrucción informal en casa. Tenemos que ver nuestra enseñanza como una multiplicación del ministerio de la Palabra en las vidas de aquellos a quienes enseñamos, ya que luego compartirán lo que aprendan con la siguiente generación.

Por último, Dios subraya cómo este tipo de enseñanza fomenta las preguntas y la conversación sobre los «porqués» de lo que hacemos al seguir a Dios. Las preguntas surgirán de forma natural cuando los niños se unan a nosotros para aprender las enseñanzas de Dios. ¿Qué significan los testimonios y los estatutos y los reglamentos que Jehová, nuestro Dios, nos ha mandado? Cuando surgen estas preguntas, no nos limitemos a responder con una razón para una regla o práctica en particular, mas bien compartamos la historia de cómo Dios, en su amor por nosotros, nos liberó de la esclavitud. El éxodo de Egipto fue la historia clave de la liberación de Dios en aquel tiempo, y podemos compartir esa historia también hoy. Pero, lo que es más importante es que podemos compartir la historia de la venida de Cristo para liberarnos de la esclavitud del pecado, y la nueva relación de alianza que disfrutamos con Dios gracias a su gran amor por nosotros. Este Evangelio de la gracia de Dios es fundamental para cualquier enseñanza sobre las leyes de Dios y nuestra obediencia a ellas. Regocíjate en este Evangelio de la gracia y compártelo cuando enseñes.

Señor, nuestro Libertador, gracias por Tu amor hacia mí, que hace que me enseñes el camino que debo seguir. Sé que es por mi bien, y te pido que me ayudes a recordar el amor que hay detrás de todo lo que me enseñas. Ayúdame a perseverar en la obediencia de Tus enseñanzas por amor a Ti, y a mostrar a mis hijos y nietos Tu bondad en todo lo que nos enseñas, y Tu gracia en y por Jesucristo, que vino para que yo tuviera vida abundante. Amén.

Este devocional es uno de los cincuenta y dos de la colección “Alimentando el alma del líder de estudio bíblico”. Si desea leer más o compartirlos con un amigo, puede acceder a ellos en línea en www.biblestudyleader.com y también están disponibles en forma de libro a través de Amazon.com.